Yo a los quince




A veces me pongo a divagar a cerca de que le diría a mi yo de quince años si viajara al pasado y me lo encontrara. Parece raro pero aún en mi imaginación no puedo ver a ese niño como yo mismo, aunque quizá no sea tan raro porque la materia con que estamos hechos tiene átomos de lo vivido, por decirlo de alguna manera. Pero digresiones de lado, supongo que me presentaría sin mucho espamento y trataría de convencerlo que yo soy él cuando sea mayor. Creo que debería hablarle únicamente acerca de lo que le conviene hacer y de lo que no, y sé que debería ser muy cuidadoso al hablarle de su futuro porque no debo condicionarlo de ninguna forma. Sobre todo tengo que evitar perder de vista que sólo intento evitarle tristezas innecesarias y no cambiarle la vida.
Un punto álgido sería hablarle sobre Mónica. Si evito se conozcan, Lorena y Melisa jamás nacerían. Seguramente nacerían otros bebés, pero no serían ellas. Esta cuestión es crítica en sí misma, pero como se trata sólo de una fantasía suelo seguir adelante.
Volviendo al tema de la pareja, me resulta inevitable preguntarme si Mónica y yo hubiésemos sido más felices si no nos hubiéramos conocido. Como se acostumbra decir ahora es un pensamiento contrafáctico y siempre es difícil y artificioso especular sobre lo que no sucedió, pero no sé de qué me sorprendo si toda esta elucubración en definitiva es contrafáctica. En muchas ocasiones estuve seguro que fue un error habernos casado, pero ahora pienso que ni ella sería ella ni yo sería yo si no lo hubiésemos hecho. Uno a otro nos fuimos moldeando a través de los años. Tampoco puedo afirmar que no estuvimos bien, al contrario, fuimos una pareja unida y respetuosa. Faltó un poco de chispa, eso sí, pero tampoco se puede pedir todo. Quizá lo más criterioso sería no hablarle del tema de pareja y si acaso me preguntara sólo le diría que esa cuestión no voy a develarla. Únicamente le sugeriría que evite cualquier tipo de engaño en cualquier ámbito de su vida y que él saque sus propias conclusiones.
Tampoco sé qué le podría decir respecto a qué carrera debería seguir, seguramente le aconsejaría que evalúe primero la forma en que quiere vivir, luego que recapacite que trabajo podría proporcionarle el dinero y la libertad que necesita para vivir de esa manera y recién ahí que elija. Otra opción sería decirle directamente que trate de ser independiente y que entre los veinte y los cuarenta años vivirá en una Argentina relativamente próspera y tranquila en la que tendrá oportunidad de desarrollar algún emprendimiento propio. Pero para eso deberá convencer a sus padres (mis padres), lo cual no me parece que sea una empresa fácil.
Sobre las amistades no le diría nada. Aún conservo los amigos de mi juventud y creo que la mayoría son buena gente.
Quizá lo mejor sería dejarle anotado en un papel unas cuantas cosas de carácter general, esas conclusiones incontrastables que pueden leerse en cualquier lado pero que sólo cobran valor cuando se experimentan en carne propia. Entonces eso tampoco serviría porque hasta que no las experimente no las sentirá verdaderas.

Bueno, si viajo al pasado y me veo a los quince lo mejor será saludarme y seguir de largo.























Comentarios

  1. Yo creo que no me diría nada a mi misma. Las cosas que se me ocurren para cambiar son en realidad de caracter...y eso es distinto. Cualquier decisión que se cambiara evidentemente afectaría otras vivencias. No sé, creo que no. Que pasaría de largo...
    Me encantó tu escrito.

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